lunes, 4 de agosto de 2014

Ananías, tú has inducido al pueblo a una falsa confianza


Todos querían proclamarlo rey, (la tentación) pero nuestro Señor Jesús los deja solos, para  que comprendieran que el era Rey capaz de satisfacer a todos con abundancia, pero no a la manera judía, quería que comprendieran cuál es el verdadero reinado de Dios. Luego se presenta caminando sobe las aguas. No podemos olvidar estas manifestaciones mediante las cuales Dios quiere resaltar el poder del espíritu sobre la materia, y aun más, descubre el esplendor que irradia de la persona del Hijo, aun en su condición mortal. El relato es bastante claro, en lo que tiene que ver con la confianza en el proyecto de Dios anunciado por Jesús. Quiere hacernos ver lo fatal que puede ser la falta de fe. La duda sobreviene cuando nos fijamos mas en las fuerzas de la naturaleza o de las distracciones mundanas, desconfiando de la fuerza y la autoridad más poderosa, Dios.

“¡Señor, sálvame!” Le decía santo Tomas Moro a su hija desde la prisión: No quiero, mi querida Margarita, desconfiar de la bondad de Dios, por más débil y frágil que me sienta. Más aún, si a causa del terror y el espanto viera que estoy ya a punto de ceder, me acordaré de san Pedro, cuando, por su poca fe, empezaba a hundirse por un solo golpe de viento, y haré lo que él hizo. Gritaré a Cristo: ¡Señor, sálvame”. Espero que, entonces, él tendiéndome la mano me sujetará y no dejará que me hunda.

Y, si permitiera que mi semejanza con Pedro fuera aún más allá, de tal modo que llegara a la caída total y a jurar y perjurar (lo que Dios por su misericordia, aparte lejos de mí, y haga que una tal caída redunde más bien en perjuicio que en provecho mío), aún en este caso espero que el Señor me dirija, como a Pedro, una mirada llena de misericordia (cf Lc 22,61) y me levante de nuevo, para que vuelva a salir en defensa de la verdad y descargue así mi conciencia, y soporte con fortaleza el castigo y la vergüenza de mi anterior negación.

Ten, pues, ánimo, hija mía y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor
.”


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