sábado, 9 de agosto de 2014

El justo vivirá por su fe


La religiosidad es criticada por nuestro Señor Jesús, aquel puñado de discípulos seguidores de Cristo, hasta entonces era un grupo religioso, pero carente de fe. La vida de quien se considere seguidor de Cristo, debe contener ingredientes esenciales, fe, agradecimiento y disposición. Todos sabemos que la fe es un don, nadie puede llegar a tener fe, si antes no ha habido en él intervención del Espíritu Santo. La fe como todos los dones son efusiones para el alma que aumentan o disminuyen. (Cf.Mt.25, 14-30) Dios ve con quien se puede contar, en quien puede confiarse. Dios evalúa el modo o el cómo se han hecho multiplicar sus talentos. Este es el gran pecado de las sociedades decadentes en las que se consume y se aniquila lo que se ha recibido: la formación humana, los conocimientos, la cultura, el ejemplo de vida, las riquezas de la naturaleza, el conocimiento de Dios, su Palabra y sus designios.

La oración que hace el papá del niño epiléptico y poseso ha quedado como uno de los modelos de oración cristiana; si nos dirigimos a Dios en la oración es porque tenemos fe; pero en ese mismo movimiento descubrimos la pobreza y la fragilidad de nuestra fe. La fe tiene un potencial transformador: hace que seamos capaces de confiar en el poder y la autoridad de Dios para actuar, para realizar los imposibles para los humanos. Por eso debemos también diferenciar la fe humana, que consiste en la confianza de nuestras capacidades, en cuanto a lo material – (Ej. Yo vivo bajo este techo sin temores porque confió en que cundo fue construido se hizo bien). Y a fe divina es la que procede de Dios.

Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.» la carencia de fe nos hace ineficaces para afrontar situaciones incompatibles. A lo que nos anima el Señor es que tengamos fe aunque sea pequeñita, que tengamos plena confianza en su poder para posibilitar la acción divina. Es Dios quien puede hacer cambios en las cosas imposible y nuestra fe se desvanece cuando lo hacemos por nuestra propia cuenta; en primer lugar no lo lograremos y en segundo lugar le robamos la gloria a Dios. Entonces caemos en a cuenta que lo principal es permitir que Dios obre y que sea Él quien se gane los aplausos. Nosotros apenas llegamos a ser sus dependientes (inútiles).


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