viernes, 8 de marzo de 2013

El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y lo amarás


Oseas nos Dice que debemos preparar un discurso para volver al Señor y decirle con obras como nos lo sugiere nuestro Señor Jesús en su Evangelio. Que Dios es único para nosotros; a fin de dejar los dioses que adoramos en este mundo materialista; escuchamos en el salmo: ¡Ay si mi pueblo me escuchase, si Israel marchara por mis caminos! Yo le alimentaría con flor de harina; le saciaría de miel de roca.

Las lecturas de este día nos invita a hacer un alto en el trajín de nuestra vida y poner la mirada en el cielo conscientemente para reconocer nuestras limitaciones y nuestra falta frete a nuestro Creador, para suplicar la ayuda divina, la cual siempre está a disposición nuestra por la bondad y el amor que caracterizan a Dios, quien ama al hombre aun sin merecerlo.

Comienza el relato con la entrada en Jerusalén y sigue con la purificación del Templo y las controversias con los judíos. Con los dos primeros actos, Jesús realiza las obras del Mesías anunciado (11,1-33). La parábola de los viñadores homicidas (12,1-12) Israel ha rechazado el don de Dios y, por ello, Dios se creará un nuevo pueblo a través de una Nueva Alianza en su Hijo.

Aquel que hace un pregunta al Señor, conoce la Ley que se lee en (Dt. 25,5) pero quiere entender los misterios que proclama el Señor, basándose en los mandamientos, y nuestro Señor le responde con claridad resumiendo la Ley y nuestro deber cristiano responsable para poder ser libres; pero deja en muchos la incógnita que solo es resuelta al final de su vida pública con su sacrificio y su resurrección. No entendieron cuando hablaba del Padre, cuando se proclamaba como el Hijo de Padre y tampoco cuando anunciaba la persona del Espíritu Santo que habita en medio de nosotros hoy día. Sin embargo, ya posados ya más de dos mil años el hombre no quiere entender ni obedecer, debido a tanta desigualdad e injusticia; por lo cual resulta, también, para nosotros como una caricatura, un pasaje olvidado y sin sentido. Ante este panorama es indispensable intensificar la oración para recibir la luz divina que ilumine nuestros sentidos torpes.


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