martes, 4 de junio de 2013

Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza


En la historia de Tobías, encontramos que Dios se vale de diferentes medios para hacer reaccionar a sus hijos. La ceguera y el reproche a su mujer, lo llevo a entender y a reconocer su pecado de omisión. Pecado tan actual y tan olvidado de confesar hoy por todos nosotros. Tenemos deformado el concepto de pecado, tampoco sentimos contrición de corazón, por tanto no se realiza en nosotros una conversión radical.

Fariseos y herodianos - se unen para tentar al Señor. Pero Jesús, aprovecha esta pregunta difícil para enseñar. Para decirnos a todos que lo primero y principal es Dios. Es Él quien nos dio la vida terrena para que pasemos la prueba por el caminar hacia la tierra prometida. Es quien nos puede dar la vida eterna. Es quien sostiene nuestra existencia. Es quien nos permite disfrutar de toda su obra. Como Padre quiere lo mejor para nosotros; pero nosotros muchas veces nos desviamos y optamos por la idolatría relegando a Dios a un segundo plano. Una son las obligaciones terrenas que hay que cumplir para el buen funcionamiento y convivencia social, pero otra es la importancia de nuestra trascendencia.

El pasaje de hoy, también, tiene un matiz de lo que es la idolatría, tan mal interpretada como pretexto por nuestros hermanos protestantes. Sus pastores están con la mirada puesta en el dinero como un medio de enriquecimiento. Fijan sus ojos en la denominación de la moneda imponiendo cargas pesadas como parásitos y eso es idolatría; estos no tienen su intensión puesta en la caridad y en la justicia. Lo importante es acumular para vivir lo mejor y como seguridad para su futuro. En cambio el sacerdote que vive cumpliendo la Divina Voluntad de Dios, pide la donación voluntaria para el sostenimiento, para mejorar la infraestructura, para obrar en caridad, donde se conjugan la paz, la justicia, la solidaridad y la libertad.

«Tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César» (san Jerónimo). Como bien lo leemos, nosotros fuimos hechos a imagen de Dios, (Gn. 1,27) Y es nuestra elección el vivir conforme a los valores del mundo o desde el valor infinito y sobrenatural del Evangelio aceptando el Reinado de Dios. Para el hombre es más valioso el dinero, la manera fácil de ver la vida, coloca en lo material todo su empeño, pensamientos y anhelos; Dios para éste, no está en el primer lugar. Para el católico comprometido vale más su entrega decidida a la voluntad de Dios; es lo primero, se considera necesitado de Dios, espera de Dios, lo hace con Dios y para dar gloria a Dios.


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