lunes, 6 de mayo de 2013

Esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre, ni a mí


El pasaje de los Hechos nos presenta el don divino de la vocación y el agradecimiento humano. Es Dios quien abre el corazón, es quien conoce el interior de cada persona, es el Espíritu Santo quien por infusión hace la obra en nuestra alma. «nadie puede prestar su asentimiento a la predicación evangélica de un modo verdaderamente salvífico, a no ser por la luz y la inspiración del Espíritu Santo, que da a todos la suavidad necesaria para afirmar y creer la verdad» (C. Vat. I, Dei Filius 3).

Era necesario el conforte que Jesús da a los discípulos ante su inminente partida, con la promesa de su vuelta y del envío del Espíritu Santo, en medio de las circunstancias donde aquellos pudieran tener razón para creer que Jesús quedaba en la ausencia. A fin de que fuese realizada la obra evangelizadora, les anima a entender que no estarán solos. La misión a cumplir no era lo que fácilmente recibiría la gente de esa época, tampoco es lo de moda en nuestro tiempo; por tal no seremos bien recibidos por muchos – teniendo en cuenta que no somos los expulsados sino que es el Señor del Evangelio y el Espíritu Santo que habita en medio de nosotros. Además esta obra especial solo puede ser realizada mediante la dirección del Espíritu Santo, en efecto es el que va a descubrir al discípulo de Jesús el sentido de sus palabras y del mismo modo todo su mensaje evangélico, lo contrario, la obra quedaría cimentada en terreno árido y los frutos no se verían.

A pesar de nuestra indiferencia, es un trabajo para todos, misión dada desde el sacerdocio bautismal, y la fuerza para llevarla a cabo se recibe como don. El Espíritu Santo lucha con nosotros. Es Él, el Protector, quien nos libra de los peligros. Es Él, quien hace fructífero el Evangelio mediante la conversión. Con Él al lado nada hemos de temer. Como verdaderos discípulos de Cristo con cruz, hemos de permanecer unidos a Él nuestro Rey, permaneciendo con fe en su amor y fomentando su Reinado en el corazón de los bautizados; “caminando, edificando y construyendo”; como nos lo pide Francisco I. Y el Espíritu Santo permanecerá con nosotros para guiarnos y para hacer el trabajo interior en la persona receptora.

A la iglesia incipiente la persiguieron los judíos porque no podían aceptar un rey derrotado en la Cruz. Mejor porque no conocieron a nuestro Señor Jesús y por tanto se perdieron el gran don del conocimiento del Padre. No vivieron la fe y menos el mandamiento del amor, requisitos indispensables para conocer a Dios y a nuestros semejantes. “Y esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre, ni a mí”. No es ajena nuestra actualidad a la contradicción, el rechazo y la persecución, por la ignorancia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario